Un día sostenible en Madrid: arte, moda consciente y decoración DIY
- Sustainable Teacher
- 19 ene
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 16 ago
La sostenibilidad no siempre tiene que ver con grandes gestos ni con proyectos a gran escala. Muchas veces, está en nuestras decisiones más cotidianas: cómo nos movemos por la ciudad, qué compramos, qué actividades elegimos para nuestro tiempo libre o cómo decoramos nuestra casa. Este fin de semana decidí grabar un pequeño vlog sostenible para mostrar cómo, con gestos sencillos, podemos vivir experiencias culturales, disfrutar de la moda y hasta preparar la decoración de Navidad sin dejar de lado el compromiso con el medioambiente.
En este post te cuento con detalle todo lo que hice: desde una exposición en el Museo del Prado, hasta la búsqueda de una falda de tul de segunda mano, pasando por un mercadillo de intercambio de ropa, la elaboración de una corona navideña natural y hasta una jornada de juegos de mesa en mi asociación.
Capítulo 1. Una mirada botánica en el Museo del Prado
La primera parada de mi fin de semana fue en el Museo del Prado, uno de mis lugares favoritos en Madrid. Pero en esta ocasión no iba a ver las grandes obras que todos conocemos, sino una exposición muy especial: Un paseo botánico por el Prado.
Esta muestra propone recorrer algunos cuadros del museo desde una perspectiva distinta: la botánica. A través de las flores, las plantas y los elementos naturales representados en las pinturas, se descubre un universo simbólico fascinante. Detrás de cada flor hay una historia: desde significados religiosos hasta metáforas sociales o políticas. Muchas veces, al visitar un museo, pasamos por alto estos detalles. Sin embargo, esta exposición invita a detenerse, observar con calma y aprender que nada en un lienzo está colocado al azar.
Una de las cosas que más me gustó es que este tipo de recorrido aporta una visión novedosa incluso para quienes hemos ido muchas veces al Prado. Yo he visitado este museo en múltiples ocasiones, pero nunca había reparado en esos cuadros ni en lo que contaban desde esta perspectiva botánica. Me encantó tanto que acabé comprando la guía de la exposición, con la idea de usarla el próximo año en mi proyecto de arte del instituto.
Y como ventaja añadida: al contar con entrada gratuita, pude acceder sin largas colas, algo que agradecí mucho al ver la multitud esperando para entrar en horario libre.
Capítulo 2. Moda consciente: la búsqueda de la falda de tul
Después de la visita cultural, cambié de plan completamente: me fui a la calle Velarde con un antojo muy concreto en mente, una falda de tul. Lo curioso es que no era una necesidad, sino un capricho, y precisamente por eso decidí buscarla de segunda mano.
El tul, al fin y al cabo, suele estar hecho de poliéster, un material derivado del petróleo. Comprar una prenda nueva implica producir más fibras sintéticas, lo que conlleva impacto ambiental tanto en emisiones como en microplásticos. Por eso pensé que, si quería darme este gusto, lo más responsable era encontrar una falda que ya existiera, darle una segunda vida y evitar así fomentar más producción innecesaria.
En Velarde encontré muchas tiendas de segunda mano y ropa vintage. Había un sinfín de prendas, incluso montones de lentejuelas, pero justo la falda que yo buscaba no apareció. No pasa nada: la búsqueda de ropa sostenible es también un proceso de paciencia. A veces no encontramos lo que queremos al instante, pero cuando lo hacemos, la satisfacción es doble.
Capítulo 3. Mercadillos alternativos y el valor del intercambio
Al día siguiente, la cita era con un mercadillo alternativo en Alcalá de Henares, organizado por el Colectivo Alterno. Allí se mezclaban puestos de artesanía con talleres y, lo más interesante para mí, un intercambiador de ropa.
Este tipo de iniciativas fomentan la economía circular: en lugar de comprar prendas nuevas, puedes llevar algo que ya no uses y cambiarlo por otra prenda que otra persona ha dejado. Así, la ropa sigue circulando y alargamos su vida útil. Yo llevé un vestido, por si encontraba la falda de tul de mis sueños. No fue así, pero el simple hecho de participar en el intercambio me pareció enriquecedor. Además, pude charlar con amigas del grupo de tejer y con Marta, de Crafting Natural, que tenía un puesto precioso.
En el mismo mercadillo también comentamos un proyecto que me hace mucha ilusión: el “artista invisible”, una versión creativa del tradicional amigo invisible. La idea es que, en lugar de comprar cualquier cosa, se regala algo hecho a mano o algún material que permita a la otra persona crear. Una forma sostenible y mucho más personal de compartir en Navidad.
Capítulo 4. Una corona navideña sostenible paso a paso
Otra de las experiencias sostenibles del fin de semana fue preparar una corona de Navidad natural para la puerta de casa. En el trayecto de vuelta descubrí una floristería maravillosa en Madrid, llena de detalles artesanales y coronas elaboradas con ramas frescas. No pude resistirme y compré una.
En casa decidí personalizarla con materiales naturales y reciclables:
Rodajas de naranja seca: hechas en el microondas con un truco que vi en YouTube.
Canela en rama: aporta un aroma cálido y muy navideño.
Ramas de coníferas: ya incluidas en la corona.
El resultado fue precioso, y lo mejor es que no generé residuos plásticos ni recurrí a adornos industriales. Todo está hecho con elementos biodegradables o reutilizables.
Este tipo de manualidades no solo decoran la casa de forma única y sostenible, sino que también se convierten en un momento de creatividad y calma. Preparar la corona fue, sin duda, uno de mis momentos favoritos del fin de semana.
Capítulo 5. Juegos de mesa, comunidad y sostenibilidad en lo cotidiano
El domingo lo dediqué a otro de mis hobbies: los juegos de mesa. En mi asociación participamos en una liga, que en esta ocasión se celebraba en el Club Social Ciudad del Aire. Entre partidas (aunque perdí, como casi siempre), disfrutamos del ambiente navideño, incluido un precioso árbol de ganchillo hecho a mano.
Podría parecer que jugar no tiene mucho que ver con la sostenibilidad, pero sí lo tiene. Optar por actividades de ocio que no requieren grandes desplazamientos, que fomentan la convivencia y que no generan residuos es también parte de un estilo de vida más consciente. Pasar la tarde entre amigos, aprendiendo juegos nuevos y compartiendo, es una manera sencilla de disfrutar sin consumir de más.
Reflexión final
Este fin de semana me recordó que la sostenibilidad se construye desde los pequeños gestos. A veces es elegir transporte público en lugar de conducir, otras es buscar una prenda de segunda mano en lugar de comprar algo nuevo, o simplemente preparar una corona navideña con ingredientes naturales en vez de comprar adornos de plástico.
La clave está en ir incorporando poco a poco estas decisiones en la vida diaria. No se trata de hacerlo todo perfecto, sino de ser conscientes de nuestro impacto y disfrutar de alternativas que no solo cuidan el planeta, sino que también nos aportan experiencias más ricas y personales.









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