Crónica del I Congreso de Educación y Sostenibilidad de la Comunidad de Madrid
- Sustainable Teacher
- 30 jun 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 18 ago
Hoy quiero traeros algo muy especial: mi experiencia en el primer Congreso de Educación y Sostenibilidad de la Comunidad de Madrid, celebrado el viernes 31 de mayo y el sábado 1 de junio. Han sido dos días intensos, llenos de charlas, mesas redondas, talleres y encuentros que me han permitido reflexionar sobre nuestro papel como docentes en la construcción de un futuro más sostenible.
Aunque confieso que grabé la introducción después —porque el primer día llegué agotada, tarde y un poco desbordada—, eso no quita que la vivencia haya sido enriquecedora. Mi idea con este texto es hacer un blog extenso del congreso: contar qué se vivió en cada sesión, qué aprendizajes me llevo y qué reflexiones me surgieron.
El viernes: llegada accidentada y primera inmersión
Mi primera anécdota fue llegar tarde. Contaba con estar allí a las 16:00, pero Google Maps decidió complicarlo con una rotonda “sin salida a la derecha” y terminé dando vueltas. Sumado a que venía de un día bastante duro en el instituto, llegué agotada.
Tras firmar la asistencia y recoger la acreditación, me dirigí a la primera mesa: biodiversidad. El ponente principal era Fernando Valladares, investigador y divulgador al que admiro mucho y que además me dio clase en mi máster de Biodiversidad. Fue emocionante volver a escucharle, esta vez en un contexto más centrado en educación.
Su intervención puso el acento en cómo la pérdida de biodiversidad no es un problema abstracto, sino algo que nos afecta directamente. Explicó con ejemplos cómo la desaparición de especies desencadena desequilibrios que repercuten en nuestra vida cotidiana: plagas de mosquitos, propagación de virus, menor disponibilidad de recursos, pérdida de fertilidad de los suelos… Fue un arranque muy potente para situar el marco de lo que significa hablar de sostenibilidad en la escuela.
Las mesas del viernes por la tarde
Ese mismo día participé en dos mesas.
La primera combinó tres charlas plenarias y dos comunicaciones de docentes. Me gustó el equilibrio entre la teoría (personas expertas que aportaban conocimiento científico y divulgativo) y la práctica (profesores y centros compartiendo sus experiencias). Esa mezcla es muy inspiradora porque te permite conectar lo que aprendes en la academia con lo que puedes aplicar en tu aula.
En la segunda mesa hubo cinco ponencias más dos intervenciones algo peculiares, procedentes de patrocinadores como la policía y una fundación privada. Aunque se salía un poco del enfoque educativo, también es comprensible: para que este tipo de congresos salgan adelante hace falta apoyo institucional y económico.
Personalmente, las primeras sesiones me resultaron más valiosas porque se centraban en la ciencia y la divulgación. Además, me dieron ideas prácticas que quiero llevar al aula: proyectos con kits de Arduino y sensores para medir dióxido de carbono y otros parámetros ambientales en el suelo. Es un ejemplo claro de cómo la tecnología puede ayudarnos a vincular ciencia, sostenibilidad y aprendizaje activo.
El sábado: talleres y nuevas perspectivas
El segundo día arrancó con la misma intensidad. Teníamos programados 12 talleres, y elegir solo uno fue complicadísimo. Había propuestas de todo tipo: cocina zero waste para llevar al aula, costura creativa, proyectos de reciclaje… finalmente opté por el taller de huertos escolares, porque es un ámbito que me cuesta mucho sacar adelante en mi instituto.
Aunque me habría gustado que fuera más práctico y menos teórico, sí me llevé ideas interesantes para mejorar el proyecto de huerto. La principal dificultad en mi centro no es la motivación, sino la tierra y la falta de apoyo institucional. Participar en el taller me recordó que no estamos solos: hay toda una red de docentes con problemas parecidos y soluciones creativas.
Después, participé en una mesa sobre sostenibilidad y personas, donde se abordó la importancia de poner a las comunidades educativas en el centro de cualquier iniciativa. No se trata solo de plantar árboles o reciclar papel, sino de construir entornos sostenibles a nivel social y emocional.
Encuentros y conexiones
Una de las cosas más valiosas de estos congresos no son solo las charlas, sino los encuentros informales. En el catering coincidí con antiguos compañeros, con el presidente de un tribunal de oposiciones y con docentes que estaban recibiendo el certificado de “escuela sostenible”.
Además, descubrí que existe no solo la red de escuelas sostenibles de la Comunidad de Madrid, sino también una certificación a nivel nacional y, por supuesto, el programa internacional Ecoescuelas. Toda esta información me abre puertas para seguir impulsando la sostenibilidad en mi instituto, aunque reconozco que el requisito de contar con cinco docentes implicados frena un poco. Con plantillas tan inestables, cargar a los equipos directivos con más responsabilidades no siempre es viable.
Experiencias docentes y aprendizajes compartidos
La última sesión a la que asistí estuvo dedicada a experiencias en el aula. Escuchamos a representantes del Ministerio hablar de los marcos legales recientes, como el programa Green Com, que puede convertirse en un comodín al estilo de los ODS. Aunque la parte más burocrática no siempre resulta apasionante, es útil tenerla presente para diseñar proyectos con respaldo normativo.
Lo más inspirador, sin embargo, fueron los testimonios de otros docentes. Me impactó especialmente el de un profesor que llevó a cabo una auditoría de residuos en el recreo. Yo había soñado con hacer algo similar, pero lo veía inabarcable. Escuchar cómo lo habían organizado en su centro me mostró que sí es posible, con una metodología adaptada y objetivos realistas. Tanto me convenció que me he propuesto replicarlo en mi instituto el próximo curso.
Reflexión final: sembrar aunque no recojas
Si tuviera que resumir el congreso en una idea sería esta: la sostenibilidad en la escuela es sembrar, aunque no siempre recojas.
Un director contaba que, tras meses de trabajo en reciclaje, apenas habían visto cambios en la actitud del alumnado. Y sin embargo, todos coincidíamos en que vale la pena. Plantamos semillas que quizás germinen en el futuro, aunque no seamos nosotros quienes lo veamos.
Al final, lo que se comparte en estos congresos es que todos enfrentamos los mismos retos: la desmotivación del alumnado, las dificultades logísticas, la falta de apoyo del personal de limpieza o de la administración. Pero también todos tenemos la ilusión de seguir intentándolo.
Biodiversidad: una reflexión necesaria
Quiero cerrar con una reflexión que me surgió al escuchar algunas ponencias sobre biodiversidad. Muchas veces en mis vídeos hablo de acciones sostenibles, pero no tanto del concepto científico de biodiversidad.
La biodiversidad no es solo la lista de especies que existen en un lugar. Es el entramado de relaciones entre seres vivos y con el medio físico. Cuando desaparece una especie, no solo se pierde un “nombre” en una lista: se rompe un eslabón de una red compleja. Y poco a poco esa red deja de funcionar.
Los ponentes usaron un ejemplo precioso: el de la noria. Un ecosistema sano es una noria que gira porque todas sus piezas encajan. Si empiezan a faltar piezas, puede seguir girando durante un tiempo, pero llegará un momento en que colapse. Restaurar la biodiversidad no es poner piezas nuevas a la fuerza, sino permitir que el propio ecosistema vuelva a reconstruirse con los elementos que necesita, aunque no sean idénticos a los originales.
Este ejemplo me recordó por qué es tan urgente hablar de biodiversidad en el aula: porque detrás de cada rana, cada murciélago o cada planta desaparecida hay un impacto real en nuestras vidas.
Conclusiones
El I Congreso de Educación y Sostenibilidad de la Comunidad de Madrid ha sido una experiencia enriquecedora y motivadora. He salido con ideas prácticas (auditorías de residuos, sensores de calidad ambiental, nuevas metodologías para el huerto), con contactos valiosos y con la convicción de que necesitamos más espacios de este tipo.
Ojalá haya una segunda edición el próximo año. Mientras tanto, toca poner en práctica lo aprendido y seguir compartiendo experiencias. Porque la sostenibilidad, en la escuela y fuera de ella, no se consigue con gestos aislados, sino con una comunidad que aprende, se apoya y se inspira mutuamente.
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