Por qué tus alumnos se portan mal (y cómo cambiarlo con Disciplina Positiva)
- Sustainable Teacher
- 19 oct
- 3 Min. de lectura
La disciplina positiva es mucho más que una metodología educativa: es una forma de entender la conducta de los alumnos desde la empatía y la conexión. En este artículo te cuento los cuatro supuestos de comportamiento que propone la disciplina positiva para entender por qué un alumno se porta mal… y cómo actuar sin gritos ni castigos.
Si eres docente o trabajas con adolescentes, este enfoque puede ayudarte a reducir los conflictos en el aula, mejorar el clima de clase y construir relaciones más respetuosas y estables con tus estudiantes.
1. La disciplina positiva: firmeza y cariño
La disciplina positiva, desarrollada por Jane Nelsen y otros autores, se basa en dos pilares: firmeza y cariño.
No se trata de permitirlo todo ni de castigar, sino de enseñar habilidades de vida, responsabilidad y autorregulación emocional.
El enfoque parte de una idea sencilla: los alumnos no se comportan mal “porque sí”. Cada conducta es una forma de comunicación. Cuando entendemos qué hay detrás del comportamiento, podemos intervenir de manera más eficaz.
2. Los cuatro supuestos del comportamiento en el aula
Según la disciplina positiva, detrás de la mayoría de las conductas disruptivas hay cuatro grandes creencias erróneas. Entenderlas es el primer paso para redirigir la situación.
a)
Búsqueda de atención
El alumno siente: “Solo pertenezco si me prestan atención”.
Suele interrumpir, bromear o llamar constantemente la atención del profesor o del grupo.
Cómo actuar: ofrecerle formas positivas de participar (encargarse de la pizarra, ayudar a un compañero, tener un rol activo). Refuerza sus aportaciones positivas y evita reforzar la conducta inadecuada con atención constante.
b)
Lucha por poder (o poder equivocado)
El alumno piensa: “Solo pertenezco si tengo el control”.
Puede desafiar las normas, discutir o negarse a colaborar.
Cómo actuar: no entres en el conflicto. Ofrécele opciones dentro de tus límites (“¿prefieres trabajar aquí o en esta otra mesa?”). De esta manera, siente que conserva autonomía sin perder el respeto hacia las normas.
c)
Venganza
El alumno siente: “Me han hecho daño, así que haré daño también”.
Son alumnos que pueden mostrarse sarcásticos, irónicos o incluso crueles con otros. Detrás hay una herida emocional previa, muchas veces ajena al aula.
Cómo actuar: evita reaccionar desde el enfado. Ofrécele un espacio seguro para hablar, valida su emoción (“veo que estás enfadado”) y establece límites claros sin humillar. En muchos casos será necesario coordinarte con el departamento de orientación.
d)
Incapacidad asumida
El alumno cree: “No puedo hacerlo, así que ni lo intento”.
Suele desconectarse, no trabajar o “hacerse invisible” en clase.
Cómo actuar: empieza por tareas más sencillas, celebra cada pequeño progreso y refuérzale la confianza (“sé que puedes, y si no, lo intentamos juntos mañana”). Es un proceso lento, pero muy efectivo cuando se basa en acompañamiento y refuerzo positivo.
3. Cómo aplicar la disciplina positiva en tu aula
Para que este enfoque funcione, no basta con saber los supuestos. Es necesario integrar una actitud coherente:
Mantén la calma incluso cuando haya conflicto.
Escucha activamente antes de imponer una consecuencia.
Refuerza lo positivo más que penalizar lo negativo.
Establece límites claros, pero siempre desde el respeto.
Dedica momentos para crear vínculo: mirar, sonreír, preguntar cómo están.
Con el tiempo, los alumnos aprenden que el aula es un espacio seguro donde se les valora por quiénes son, no por cómo se comportan.
4. Recursos recomendados
Si quieres profundizar, te recomiendo estos libros y materiales:
Jane Nelsen (2018). “Cómo educar con firmeza y cariño”. Ed. Oniro.
Manual de Disciplina Positiva en el Aula, de la Asociación Española de Disciplina Positiva.
Cursos de formación certificados para docentes y familias, disponibles en la web de la asociación.
5. Conclusión
Aplicar la disciplina positiva en el aula no es fácil, pero cambia por completo la forma en que entendemos la convivencia.
Cuando vemos que detrás de cada conducta hay una necesidad no resuelta, dejamos de etiquetar y empezamos a acompañar.
Y tú, ¿has identificado alguno de estos supuestos en tu aula?
Cuéntamelo en los comentarios y comparte tu experiencia.











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