Vacaciones sostenibles (y realistas): mi ruta por Chipiona, Granada, Archena, Alange… y vuelta a casa
- Sustainable Teacher
- 25 ago 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 19 oct
Hoy te traigo un diario de viaje en formato crónica: un agosto con múltiples paradas, pequeños trucos zero waste, una receta de aprovechamiento, cálculo y compensación de huella de carbono y, sobre todo, mucho descanso. Unas vacaciones sostenibles, sí, pero realistas: coche cuando no hay alternativa cómoda, termo y servilletas de tela en el bolso, y balnearios para desconectar de verdad.
El itinerario: muchas paradas, un objetivo
Este verano lo dividí en tramos cortos: Madrid–Chipiona, Chipiona–Granada, Granada–Archena (Murcia), vuelta a Granada, escapada de playa, regreso por Alange (Extremadura) y, finalmente, Madrid. Al final del mes, cinco días en Francia para visitar a una amiga (eso quedará para otro vlog/entrada). El plan no buscaba “hacer de todo”, sino descansar; por eso encajaron tan bien dos balnearios históricos: Archena y Alange. Entre una parada y otra, algunos básicos sostenibles que siempre viajan conmigo y que me salvan el día.
Lo que llevo (siempre) en ruta: zero waste sin dramas
No creo en el “todo o nada” cuando hablamos de sostenibilidad en viajes. Creo en lo posible. Por eso mi kit es sencillo:
Tápers vacíos reutilizables. Valen para llevar almuerzos en carretera, guardar sobras en el apartamento o evitar envases de un solo uso.
Botella de agua reutilizable. Sin más. Si el trayecto es largo, añado el termo de café.
Cubiertos y navajilla. Un estuche con cuchillo, tenedor y cucharilla evita plásticos.
Servilletas de tela (dos por persona) y bolsitas compostables para fruta o restos.
El mini-kit “de bolso”: vaso plegable, spork, servilleta, pajita reutilizable.
¿Es perfecto? No. ¿Es fácil de mantener y reduce residuos? Sí. Para viajes cortos, este set me permite adaptarme a lo que encuentro sin renunciar a comer bien ni a la improvisación.
Comida en ruta: organización sencilla y de verdad
En el primer tramo, Madrid–Chipiona, tiramos de clásicos: filetes empanados y palitos de zanahoria en tápers. En los destinos con cocina (apartamentos) cocinamos parte de las comidas y guardamos sobras en esos mismos recipientes. Cuando nos alojamos con media pensión (en Archena), preferimos desayunar y almorzar con libertad y dejar la cena abierta para conocer la zona sin horarios rígidos.
Receta de aprovechamiento: pudín de pan
En Chipiona nos sobró pan (más del previsto). Antes que tirarlo, lo convertimos en un pudín de pan al baño maría. Proporciones orientativas que funcionan:
500–600 g de pan duro en trozos remojado en 1 litro de leche (mejor tibia).
6–8 huevos (según tamaño del molde).
100–150 g de azúcar (yo uso la mitad que la mayoría de recetas).
Ralladura de limón o naranja.
Opcional: canela o vainilla.
Se mezcla hasta lograr una “papilla” espesa con algunos trozos (sin miedo), se vierte en el molde (con o sin caramelo; yo lo omito), y al horno en baño maría hasta cuajar. Es la receta-comodín perfecta en apartamentos con horno: barata, sin desperdicio y de sabor casero.
Neceser consciente y ligero
Para la bolsa de aseo, opto por sólidos y formatos pequeños:
Champú y gel sólidos en lata.
Pastillas de pasta de dientes.
Oriculi (en lugar de bastoncillos).
Peine de madera.
Acondicionador en bote rellenable pequeño.
Aceite corporal en minitalla (aprovechando una muestra).
Lo básico de maquillaje y un único sérum para simplificar.
Además, una bolsa para ropa mojada hecha con un paraguas viejo (sorprendentemente práctica en verano) y bolsas de tela para ropa sucia. Minimalista, funcional y con menos residuos.
Ocio que cabe en la maleta
Vacaciones de descanso significan tiempo de lectura, punto y algún juego por las noches. Este agosto me acompañaron:
“El hereje”, de Miguel Delibes.
“Diario de una abuela de verano”, de Rosa Regàs (como homenaje y por nostalgia de aquella serie en TVE).
Un jersey de ganchillo en progreso (lana, manga francesa; el proyecto paciente del año).
Un juego de mesa versión viaje: Azul.
Y una colchoneta-esterilla para estirar y mantener algo de rutina de movimiento, que en vacaciones la cabeza lo agradece.
Itinerario, escenas y dos balnearios muy distintos
Chipiona: balcones, helados solares y vida lenta
Desayunar, comer y cenar en el balcón se convirtió en rutina. Un detalle que me encantó: los carritos de helados de la playa con placas solares. Sencillo y lógico con el sol que tienen.
Archena: agua histórica a 52–54 ºC
El conjunto termal de Archena es un viaje estético y terapéutico. Las galerías termales (de origen romano), las bañeras de mármol monobloque y la reinterpretación de elementos granadinos (cúpula inspirada en la Madraza, fuente “a lo Leones”) lo hacen muy especial. Las piscinas se alimentan del manantial sulfurosas a alta temperatura, enfriadas con sistema moderno de membranas y mezcla de agua. En lo logístico: se puede pasar casi todo el día entre tratamientos y zonas de agua. Si te van los contrastes térmicos, el circuito termal es para ti.
Visita a Murcia: catedral y casino
Un paseo clásico que nunca defrauda. La biblioteca del casino y sus salones son una maravilla; la ciudad, perfecta para una tarde de arquitectura y cafés.
Alange: naturaleza y silencios
Otro concepto de balneario: más vegetación, charcas con ranas, libélulas y ambiente decimonónico. Hice circuito relax y circuito romano. Si no te gustan los contrastes de temperatura, el romano es tu amigo. En el hotel (más rural que el de Archena), detalles muy cuidados: toldos para el sol, un tendedero práctico y patios pensados para disfrutar a la sombra. Atención exquisita en restauración: revisión de menús por intolerancias y platos adaptados con cariño (aún sueño con ese salmorejo sin ajo, hecho ex profeso).
Granada y paradas breves
Granada fue base logística y visita de familia. A la vuelta, improvisamos lo justo para que el viaje no se convirtiera en una carrera. En vacaciones, menos es más.
Sostenibilidad real: cálculo y compensación de huella
Movilidad: recorremos tramos largos en coche porque, en horarios y logística, era lo más razonable. Para la parte aérea del viaje a Francia, investigué el tren, pero 23 horas de trayectos y enlaces imposibles lo hacían inviable. ¿Cómo lo equilibro?
Calculo kilómetros totales (ida y vuelta) y paso a emisiones estimadas.
Compenso con proyectos verificados de reforestación/forestación en plataformas como Treedom/Tridom: especies locales útiles social y ambientalmente (ej. naranjos en Ecuador, acacias en Ghana).
¿Compensar “borra” la emisión? No. La emisión se ha producido. Pero canaliza dinero a proyectos climáticos y sociales que suman. Además, durante el viaje reduzco residuos con mi kit, evito compras superfluas, priorizo segundas manos (descubrí “La Pecha Verde” en Chipiona) y cocino para minimizar envases y desperdicios.
Pequeños trucos de casa cuando te vas
Bicarbonato en los desagües para evitar olores a la vuelta.
Riego por goteo casero con picas cerámicas y botellas reutilizadas.
Ventanas y persianas en “modo verano” para que no se recaliente la casa.
Son detalles mínimos que evitan sorpresas y alargan la vida de tus cosas.
Sostenibilidad gastronómica con limitaciones: aprender del menú
Un apunte que quiero destacar: el trato en el restaurante del balneario de Alange con mis intolerancias fue ejemplar. Menús planificados para no repetir, alternativas caseras y ricas, y adaptación a mis restricciones más allá de “ensalada o plancha”. Sostenibilidad también es esto: cuidar a la persona concreta con lo que hay, sin despilfarro ni postureo.
Cerrar el círculo: descansar de verdad
El verano pasado fue duro y apenas descansé. Este año me propuse lo contrario: menos itinerario y más bienestar. Vuelvo como nueva. Si me obligaras a elegir entre Archena y Alange, no podría: me quedo con las instalaciones de Archena y la calidez y detalle de Alange. Ojalá mezclar ambos en un solo lugar.
He intentado que esta crónica te sirva por partida doble: como inspiración de viaje y como recordatorio de que la sostenibilidad puede ser práctica, amable y flexible. Un termo, unas servilletas de tela, una receta para rescatar pan, un cálculo de huella y una compensación consciente. No hace falta hacerlo perfecto para que el impacto sea mejor.
Si tienes dudas, recomendaciones de balnearios, rutas o tiendas de segunda mano en estas zonas, te leo en comentarios. Y si te anima a planificar unas vacaciones sostenibles (y realistas), objetivo cumplido.











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